LA LIBERTAD TIENE COLOR

29 diciembre, 2007

Los conceptos políticos de "izquierda" y "derecha" se ge¬neran en la Revolución Francesa. Ahí, en el hemiciclo de la Asamblea Nacional (1791), los partidarios de la conservación o reforma del viejo régimen se agruparon "a la derecha" (fuldenses) y los que proponían la ruptura o revolución del mismo lo hicieron "a la izquierda" (jacobinos). Desde entonces al sector revolucionario se le cataloga como "izquierda" y al contrarrevolucionario como "derecha". Seis décadas después, con el Manifiesto del Partido Comunista (1848), el marxismo se endosó el término casi como sinónimo. Es que al tener el marxismo como parte de su trípode doctrinal1 al socialismo utópico francés, ese "autoendosamiento" -invirtiendo la lógica- terminó por incluir al socialismo en general, no obstante que el marxismo es al socialismo lo que la música militar es a la música en general. Por consiguiente, lo que se debería entender por "izquierda" en verdad resulta más amplio y antiguo que la prédica estrictamente jacobina y marxista. En todo caso, desde La República de Platón, la rebelión de Espartaco y el proselitismo de San Pablo... se verifican algunos hitos subversivos de una izquierda incluso de antes de Cristo.

Sin embargo, todo ese legado al infectarse de un eurocentrismo con ribetes globocoloniales mutilaría el contenido izquierdista en el hemisferio sur, particularmente en regiones en crisis de identidad y en donde la etnia nativa "de color" (no blanco) logró mantener su mayoría demográfica, más aún si preservó el calibre cultural milenario.

Portada orighinal de Carta a los Españoles Americanos (1799), Viscardo y Guzmán: escrito ajeno a la etnicidad de los pueblos "de color" subdesarrollados.

Recuérdese que la consigna de "libertad, igualdad y fraternidad", entrado el siglo XIX, continuó siendo "inejecutable" en las colonias de la Francia revolucionaria. En Haití, la insurrección negra fue arrasada por un ejército blanco que entonaba la Marsellesa. Ahí, aquel himno "de libertad" se reconfiguró más o menos así: "negros de porquería, ¡la libertad tiene color!; ¡nunca seréis nuestros iguales y jamás fraterni¬zaremos con humanoides!".

Para entender esa "reconfiguración" hay que especificar si el rebelde negro africano Chaka Zulú, el insurgente berebere sahariano Abd El Kader y el subversivo indio puneño Túpaq Katari, eran de "derecha", "izquierda" ¿o "de abajo"?; o si la relación entre Toro Sentado y Custer era de "lucha de clases" o de "choque de etnias"; o preguntarse qué identificaba más al primer presidente de "nuestra" Republiqueta Criolla (el Marqués de Torre Tagle) si la "madre patria" España o el "territorio indio" tawantinsuyano.

Si entendemos la emancipación criolla como basada doctrinalmente en la Carta a los españoles americanos de Viscardo y Guzmán2, y ésta inspirada -a su vez- en la prédica revolucionaria francesa3... entonces, nada más lógico que lo que se podría asumir como "izquierdismo republicano" del siglo XIX resultase -en el fondo- un concepto bastante bribón para las "masas no blancas" conformadas por indios tributarios, negros esclavos y amarillos (coolíes) siervos, sojuzgados todos en pro de la libertad blanca.

En síntesis, podría afirmarse que la "ecuación social" en el mundo desarrollado se ciñe a un sencillo y genérico Factor Clasista (lucha de clases), pero que en el mundo "de color" subdesarrollado esa ecuación se complica con el "agregado particular" del Factor Etnocultural y en donde el orden de los factores es esencial: primero Manko Qápaq4 y después Marx, Lenin, Mao o cualquier otro personaje.

Esto jamás lo asimiló la izquierda criolla, cuyo cliché del "sin calco ni copia" (truncado a la muerte de Mariátegui [JCM] en eso, en cliché) le inspiraría más semejanza con el proyecto autónomo del "precursor" Gonzalo Pizarro5 que con la prédica milenarista de un Valcárcel cuya obra cumbre, Tempestad en los Andes (con prólogo del propio Mariátegui), replanteaba en términos absolutos (bajo la ley universal de "acción y reacción") un resarcimiento histórico y cultural al "Despoblamiento de las Indias", iniciado con la "inserción" -a Occidente- en 1532. Semejante replanteamiento, resumido en su célebre cuestionamiento: "¿serán necesarias el millón de víctimas blancas?", estremecería -dado el "Pachakuti" que implicaba- a una izquierda "cara pálida" (o con complejo de serlo) acostumbrada a ver, desde el tiempo de Colón, la tierra firme indígena desde el barco extranjero. En ese escenario de "apartheid etnocultural" el hereje Valcárcel revertía la ubicación: revistaba el barco desde tierra firme.

Es que si se enfoca la conquista europea de la América autóctona (Abya Yala) desde una perspectiva étnico-militar, se la podrá transcribir -particularmente en los casos azteca e inka- como el choque entre la infantería cobriza versus la caballería y artillería blancas. Se trató, en su raíz misma, de una Guerra Racial con tinte de "cruzada" o Guerra Santa en la que hasta los dioses se involucraban... emanando de ahí la "lógica" de la organización de castas de la sociedad virreinal, plasmada en el carácter dual de la República ("elegida") de Españoles y la República ("no elegida") de Indios.

Como se sabe, la raza es la raíz biológica de la cultura. A su vez, esa "planta" compuesta de raíz (racial) y flor (cultural), tiene un tallo que las vincula: la etnia. Pero precisamente este par de conceptos -el "étnico" y más aún el "racial"- siguen siendo tabúes para un marxismo alérgico al milenarismo; lo cual le erosiona en los Andes el ADN de aquel recurso del materialismo histórico, pese a los esfuerzos de un Mariátegui que no obstante contemplar al indio como "problema" socio-económico, planteó la necesidad de "nacionalizar" el socialismo.

Hito inobjetable -mérito de JCM- el de haber incluido al indio en las ciencias sociales de la "colonialidad republicana", aunque sea en función a un concepto de índole pizarrista como el -aún imperante- nombre "Perú". Alberto Flores Galindo, medio siglo después y a punto de caer el Muro de Berlín, replantearía aquella "necesidad" de dejarse de calcos y copias ("no buscar una receta; hacernos una") ya no en función al concepto "Perú" (indio "problema") sino al de TAWANTINSUYO (indio "solución"), en un formidable reentroncamiento plasmado en su obra Buscando un Inca.

Pero pese a la "citología" y nostalgia con que son reverenciados este par de capitanes del socialismo peruano fallecidos muy prematuramente (Mariátegui y Flores), en la praxis política "perdieron" ante tripulaciones traficantes, electoreras y demasiado catequizadas en un clasismo "universal" que, conjugado con el criollismo apatrida, determinaron el "Walk Over" izquierdista en identidad.

Así, la "sección oficial peruana" (PCP) del marxismo del hemisferio sur desde su inicio permaneció anclada al específico interés del Régimen Soviético (justificadamente para éste) ante las fuerzas intervencionistas que hacían peligrar la Revolución de Octubre, luego ante la agresión nazi y posteriormente durante las vicisitudes de la Guerra Fría. Anclaje que, posteriormente fracturado por el tsunami globoneoliberal, provocó un naufragio doctrinal que de relancina arrastró a "nuestros" moscovitas, pekineses, albaneses y demás etcetareses de aquel archipiélago colonial marxista; todos sin más rumbo que el "sálvese quien pueda"... dada la carencia de amarras etnoculturales a tierra firme. Al respecto, habría que reflexionar sobre la oportunidad brindada -al marxismo criollo- por José María Arguedas (JMA), cuyo "telurismo" fue despreciado en su momento clave6 por una "inquisición" que terminó rindiendo pleitesía al globocolonialismo.


No obstante, "nuestra" encallada izquierda marxista de hoy podría evolucionar (volver a zarpar) -ya desde "tierra firme" y con tripulación desacriollada- mediante la capacidad antiglobocolonial de conectarse con el enfoque "bio-cul-tural" (étnico) que resulta más profundo que un sacrosanto determinismo económico vinculado a una genérica lucha de clases, sin duda valedera, pero más ad hoc para naciones soberanas que para "republiquetas" hipócritamente del tipo Sudáfrica pre-Mandela. Y en esas ansias de soberanía, contempladas tanto en función al FCr como al FEC8, este último además le agrega a dicho concepto (soberanía) un esencial componente subjetivo: la identidad. En otras palabras: ¿De qué manera se puede aspirar a una soberanía político-económica, digamos "objetiva", si antes no logramos la "sobe
ranía subjetiva"9, vale decir, la originalidad del pensamiento propio en función al linaje ancestral local?



Se trata, pues, de un factor (étnico) cuyo potencial, con más repercusión y desde antes de la aparición de las clases sociales y la propiedad privada, sacude a la humanidad, desde: los conflictos tribales de la antigüedad; las campañas de exterminio en la ajena "tierra prometida" por el llamado "pueblo elegido"; las invasiones "bárbaras" que acabaron con el Imperium; la expansión del Islam; la "Destrucción de las Indias"; la colonización de los pueblos "de color" no blanco; el tráfico de negros; la semidesaparición del aborigen australia¬no; la conquista del Far West; las guerras mundiales e incluso el sionismo y los recientes conflictos en el África Negra, los Balcanes, Palestina e Irak.

Podría resumirse que, antes que lucha de clases, en el mundo "de color" subdesarrollado rige la pugna de etnias, . lo que a manera de conclusión se transcribiría en pugna de "etnoclases". Ubicamos así el concepto de "etnia" que vincula a la raza con la cultura.

Por supuesto que marxistamente podría aducirse que "el ser social determina la conciencia social"; subsecuentemente resulta inexplicable que la objetivísima "cuestión étnica" no haya sido doctrinalmente asumida como parte elemental de aquel "ser social", lo cual nos sugiere que en el submundo de humanoides hasta el momento derrotados en la selección cultural (y natural)... vale decir, aquellos "condenados de la Tierra" referidos por Frantz Fanón, ahí en donde rige la crisis de identidad, deberíamos fijar previamente el concepto del "debe ser social".

1. Los componentes del marxismo son: el socialismo utópico francés, la filosofía clásica alemana y la economía política inglesa.

2. Juan Pablo Viscardo y Guzmán (1748 - 1798), jesuíta arequipeño precursor del separatismo criollo ("independencia") que redactó un extenso documento doctrinal, basado en las ideas revolucionarias francesas.

3. A tanto llegaba esta "inspiración francesa" que Viscardo redactó originalmente su Carta en francés, con el título Lettre aux espagnols americains. En ese idioma apareció la primera edición (1799) en Londres, al año siguiente de su fallecimiento, y en 1801 se publicóla primera traducción al castellano (la portada de la carta que reproducimos en el presente libro corresponde a dicha edición).

4. Sobre la existencia histórica de Manko Qápaq, véase anexo N.° 8.

5. Gonzalo Pizarra, luego de hacerle cortar la cabeza al primer virrey del Perú (Batalla de Añaquito), fue tentado por su consejero Francisco de Carvajal para que, independizándose de la Corona Española, se declarase "Rey del Perú". En cierta forma podría considerársele como el "primer procer de la independencia criolla".

6. La obra cumbre de JMA, Todas las sangres, fue objeto de una critica despiadada por la sociología criolla... en el fondo obtusa. Fue el 23 de junio 1965 en que Aníbal Quijano, Sebastián Salazar Bondy, Julio Cotler y Henri Favre, concluyen que aquella obra era "negativa para el país", porque en vez de integrar, desintegraba, según ellos. Estos intelectuales eran "reconocidos izquierdistas" en aquel entonces. Más de una década después, el globoneoliberal Mario Vargas Llosa "reforzaría" aquella crítica antiarguediana por medio de su obra La utopia
arcaica (en 1977 publicó en edición mimeografiada una primera versión).

7. FC = Factor Clasista.

8. FEC = Factor Etnocultural.

9. Término muy apropiado que Javier Lajo desarrolla en su obra La soberanía vulnerada.


Entonacionalismo, Izquierda y Globalidad (Visión Etnocacerista) My. EP (r) Antauro humala Tasso

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